Por Avelino Zurro.
-CARRERA AMATEUR-
-Torneo Nacional de Avezados 1989
Campeón categoría Súper Pesado: Elio Ibarra.
-Torneo Nacional de Avezados 1990 en Villa Mercedes San Luis.
Campeón categoría Súper Pesado: Elio Ibarra.
-IV Juegos Deportivos Sudamericanos Lima (Perú) 1990.
Argentina logró una sola medalla de oro.
Campeón división + 91 kg: Elio Ibarra.
-Juegos Panamericanos La Habana 1991.
Argentina logró una sola medalla en la competencia.
Medalla de Bronce en división de + 91 kg: Elio Ibarra.
-Campeonato Selectivo para el Preolímpico de Mendoza 1991
Campeón categoría Pesado: Elio Ibarra.
-Torneo Preolímpico Mendoza 1991.
Sub campeón categoría Pesado: Elio Ibarra.
-Juegos Olímpicos Barcelona 1992
Elio Ibarra fue eliminado en el debut por Bert Teuchert de Alemania.
-Después de los Juegos Olímpicos Elio Ibarra se retiró del boxeo sin pasar por el profesionalismo.
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El boxeo profesional no me atrajo. Lo veo por la tele y me encanta, pero no me quise meter. Cuando sos amateur siempre te hablan de que cuando seas profesional vas a hacer tal cosa y te va a pasar esto otro y a mí eso me incomodaba.
No me gustaba el mundo profesional: me daba miedo hablar, sentarme delante de alguien, no tener tema de conversación. Algo parecido sentía cuando me invitaban a jugar al pool y prefería quedarme leyendo. Siempre leí a Julio Cortázar, Octavio Paz y Friedrich Nietzsche. No me corría en la sangre el profesionalismo. Amo el boxeo, me permitió juntar dinero, ayudar económicamente a mi familia y hacer mis cosas.
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En mi familia no hubo boxeadores, pero si futbolistas. Mi papá Ricardo y mi hermano Pablo jugaron en las inferiores de Independiente de Mendoza. Mi sobrino Pablo jugó en las inferiores del DC Dallas en Estados Unidos y ahora seguirá jugando en la Universidad Lake Erie. Lo más cercano que tenía a un boxeador era el que teníamos de vecino. Nosotros vivíamos en Mendoza Capital, en la calle Esquiu y a la vuelta sobre Paraguay, vivía Gustavo 'Mandrake' Ballas. Yo hice la primaria y la secundaria en una escuela que se llama Santo Tomás de Aquino a dos cuadras del gimnasio de boxeo Firpo. Cada vez que podía pasaba y miraba como entrenaba Hugo Pastor 'Itaka' Corro, mi ídolo de toda la vida en el boxeo.
Mi vecino y mi ídolo eran campeones mundiales y eso me generó muchas ganas de ser boxeador. A los 14 empecé a entrenar en el Firpo.
El gimnasio estaba bajo la tutela de uno de los referentes de la escuela mendocina de boxeo: Don Diego 'Corrientes' Rodríguez. Había dos turnos: de 14 a 17 el entrenador Elías Sales instruía a quienes no eran profesionales. Era una especie de tamiz que los iba formando hasta que estaban aptos para entrenar con Don Diego.
A partir de las 17 llegaban los profesionales y los amateurs teníamos que irnos. En ese entonces había figuras de la talla de Jorge 'Violín' Salgado, Aldo Carmona, Juan Antonio 'El gigante de la feria' Figueroa, Dante Cerradilla, Raúl Gorosito, Osvaldo y Pastor Corro. Eran un montón de profesionales. Por momentos había que hacer cola para pegarle a las bolsas.
Cuando Elías creía que un boxeador estaba para pasar a entrenar con los profesionales, hablaba con Don Diego y lo hacían hacer sombra, guantear con otro, una especie de examen para mostrar las aptitudes. Cuando pasabas a entrenar con Corrientes uno ya se sentía grande.
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El diario mendocino 'Los Andes' en su versión digital del 26 de enero de 2020 título lo siguiente: 'El último terremoto: a 35 años de esa noche en la que no durmió nadie'. La noticia cuenta que el 26 de enero de 1985 la provincia vivió uno de los sismos más fuertes de su historia. Durante la madrugada del 26 de enero, apenas pasada la medianoche, una vez más la tierra tembló. La tragedia se hizo sentir con una intensidad de 6.3 en la Escala de Ritcher. Cerca de 12 mil viviendas fueron destruidas, en su mayoría de adobe, y seis personas perdieron la vida. Los heridos llegaron a trescientos.
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La ciudad de Mendoza esta dividida en secciones. Nosotros vivíamos en la cuarta sección. Nuestra casa era de adobe y el terremoto la dejó inhabitable. Fue un momento de quiebre familiar. Teníamos que ir a dormir a lo de vecinos, separados, la familia se desmembraba. La municipalidad no quería que la gente se quedara en las casas afectadas por los posibles riesgos, mis padres no querían irse para no perder lo poco que teníamos.
La ciudad tardó en recuperarse. La gente que perdió todo lo que tenía le costó acomodarse. El banco Hipotecario dio créditos para la reconstrucción de las casas. Nos pusimos contentos porque la podíamos hacer de ladrillos en el mismo lugar donde estaba nuestra antigua casa. No teníamos que mudarnos. Mi papá sacó el crédito y al poco tiempo salió la Ley nº 1050 que indexaba las cuotas que tenía que pagar a la inflación. Fue en una época donde la inflación era muy alta y tornaba impagable las cuotas del crédito. Debía más plata por las cuotas que por el valor de la casa. Entonces termínanos malvendiendo para no perder todo. Y en ese momento perdemos por segunda vez la casa. Primero fue por el terremoto, después por la indexación de la ley 1050 y la inflación altísima.
La situación era complicada y no quería repetir la historia vivida con el terremoto. Pensé en ese momento, tal vez erróneamente, que era una carga para mis padres. Ellos nunca me lo hicieron sentir así, pero yo lo creía. En ese instante me surgió la posibilidad de ir a Chile a continuar boxeando.
Tenía 19 años, acepté la propuesta y me fui a Valparaíso. Estuve tres o cuatro meses entrenando hasta que a través de un contacto llegó a Santiago para entrenar junto a la selección chilena. Las cosas mejoraron porque dejé la vida de gimnasio en Valparaíso para concentrar con boxeadores de selección. Había entrenamientos planificados, buenos lugares para descansar, estaba dentro de una estructura deportiva.
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Pasó un tiempo y volví a Mendoza a entrenar en el Firpo. En el 89 y el 90 gané dos torneos nacionales que me abrieron la puerta para la selección argentina. El Profe Morales, en representación de la Federación Argentina de Box (FAB,) habló con mi entrenador para informarle que sería parte de la selección y que podía entrenar en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD).
Representado al país participé del Sudamericano de Perú en 1990 y logré la medalla de oro. Después del torneo volví a Mendoza y a los pocos días murió Don Diego Corrientes. Su muerte fue un golpe terrible en mi vida. Justo en ese momento, a través del presidente de la Federación Mendocina de Box, el Señor Morilla, me ofrecieron un viaje a España para entrenar con la selección española.
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Me fui para España solo. Llegué a Madrid y me estaban esperando. Me hicieron una prueba junto a un sudafricano, que la superé, y me quedé. Los dirigentes españoles sumaban boxeadores para hacer de sparrings a la selección. Ahí me explicaron que mensualmente me iban a pagar por boxear. Me preguntaron cómo vivían mis padres, si les tenía que pasar plata para su manutención. Los puse al tanto de mi situación familiar y me dieron dinero para que puedan pagar un alquiler en Mendoza. Me puse como loco de alegría, no sabía que hacer. Además, mensualmente iba a cobrar lo equivalente a mil doscientos dólares. Yo había llevado solo 20 desde Mendoza.
Con ese dinero que gané pude darle una mano muy grande a mis padres para que tuvieran su casa. Fue una de las cosas más lindas que me pasaron en mi vida y fue gracias al boxeo.
Por eso creo que los boxeadores deben recibir algún tipo de acompañamiento para el manejo de dinero y prepararse para destinarlo a la mejor opción para ellos. Después las cosas salen mal y se chocan las cabezas con la misma piedra. Con ese dinero que pagaban me concentraba todo el día en el boxeo y me pude sacar de la cabeza el famoso 'no tengo' que traemos los boxeadores.
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Primero fui a Almería donde estaba el equipo, me alojaron en el hotel Porto Magno con vista al mar Mediterráneo. Estuvimos mucho tiempo ahí y después fuimos al país Vasco. La selección se movía por todos lados y yo viajaba con ellos.
A nivel deportivo fue un choque cultural impactante. Tenían una estructura que para mí era desconocida. Estaba conformada psicólogos, antropólogos, médicos y kinesiólogos. Yo llegué a ese lugar siendo parte de la selección argentina y campeón sudamericano, pero nunca había visto una organización de esa magnitud. Me sentía deportista las 24 hs del día. Los españoles habían contratado un técnico cubano: Enrique Steiner. Fue una persona muy importante en mi adaptación. Me dio una mano muy grande al ser extranjero, joven y estar solo en España.
De él aprendí mucho sobre el boxeo de su país y las costumbres de su pueblo. Hasta tuve la suerte de ver entrenar a la selección cubana en España. Si no los cruzabas en torneos, no había formar de observarlos. Eran principios de los noventa y no existían las redes sociales. Los cubanos iban a un torneo en Europa del Este entonces se quedaron dos días entrenando en España para que el viaje no les sea tan largo y puedan recuperarse. Tenían dos selecciones, la A y la B. No sabías cuales era titulares, eran todos buenísimos. Ahí vi por primera vez al mejor boxeador amateur de mi categoría: Roberto Balado.
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Durante el 91 volví a la Argentina para acoplarme a la selección que en el CENARD se preparaba para los Juegos Panamericanos de La Habana 1991. Venía con muy buen ritmo por lo experimentado en España. Ahí me sumé a los compañeros que viajarían conmigo a Cuba: Agustín Muguerza, Remigio Molina, Raúl Balbi, Jorge Domínguez y Carlos Ubeda.
Lo que viví en los Juegos de Cuba fue algo magnifico. Nunca antes había estado en la isla. Cuando bajé del avión encontré un pueblo muy deportista. La gente estaba muy compenetrada con lo que pasaba. Yo venía con la experiencia que me transmitió el técnico cubano en España, había visto a las selecciones cubanas entrenando en Europa, pero igual sentí el impacto del clima con que se vivía. Íbamos a entrenar a un lugar y recuerdo que un chiquito de ocho años me dice: 'para pegar el jab debes flexionar las rodillas'.
Respecto de la competencia iba a combatir en 91 kg, pero hubo un inconveniente en la categoría superior, en + de 91 kg, con la cantidad de participantes, y los organizadores les pidieron a nuestros dirigentes para que yo participe en esa categoría.
Subí de categoría y en el sorteo me tocó el cubano Roberto Balado. Si no me hubiese tocado con la figura local, tal vez habría obtenido la medalla de plata. El cubano registró los siguientes triunfos en su carrera:
Campeón mundial juvenil en 1987.
Campeón mundial de mayores en Moscú 89, Sídney 91 y Tampere 93, obtuvo la copa Reynol al mejor boxeador del campeonato.
Campeón panamericano La Habana 91.
Campeón Juegos Olímpico Barcelona 92. Le entregaron la copa Val Barker al mejor boxeador de la olimpiada.
Campeón de las Copas del mundo 90 y 94.
Campeón de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 86 y 93.
Campeón torneo Playa Girón 90/94.
Campeón torneo Córdova Cardín 90/94.
A Roberto Balado lo conocía por los entrenamientos que presencie en España, pero nunca lo había visto boxear. Claramente era lo máximo en su categoría a nivel amateur.
Subí al ring y lo enfrenté. Perdí por puntos. No sentí que fuera una pelea en la que me pasaron por arriba. La podría haber ganado. Sinceramente era un tipo mejor que yo en ese momento. Tenia las cosas que yo creía importantes arriba del ring: movilidad, se desplazaba, tiraba manos, tenía ritmo, pasos para adelante, atrás y al costado. Conocía muy bien el asunto.
Me volví a la Argentina con una medalla de bronce, pero no me retribuyó nada. Solamente las felicitaciones del caso y mi vida deportiva siguió como si nada. En España a los boxeadores se les retribuía de diferentes maneras según el logro obtenido. Eso era una manera de incentivarlos aún más.
Acá si no ganas la de oro parece que no sirve. El sacrificio previo no vale.
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Volví a España a seguir entrenando para lo que serian los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Para mi era la máxima competencia en la que podía participar. Volví a concentrarme con la selección y encaramos la cita olímpica. Lamentablemente perdí en el debut con un alemán y no pude avanzar en el torneo.
Cuando terminaron los Juegos me quedé un tiempo más en España. Hice una pelea de transición, pero no resultó una buena experiencia, ya no disfrutaba al boxeo. No quería más, había logrado lo máximo que anhelaba, ir a una cita olímpica, además integré tres selecciones y logré medallas en torneos internacionales. Me levanté un día y dije no lo hago más. Repartí todo el equipo de boxeo que tenía a gente que lo necesitaba y cerré una etapa.
En el 93 o 94 volví a Mendoza. No me conocía nadie. Decidí reinventarme. Me había casado y tenía que mantener la familia que formé.
Fui a la Policía Municipal a buscar trabajo. Llené un formulario para conseguir un empleo y cuando advirtieron que fui boxeador me dicen que no es el perfil que buscaban. Les pedí que me dejaran rendir la prueba. Me saqué la máxima nota posible y no les quedó otra que aceptarme.
Empecé como inspector de transitó raso y terminé como Director de Transito de la ciudad de Mendoza. Hice toda la carrera desde abajo hasta arriba como en el boxeo: fui Inspector, Supervisor, Jefe de departamento, Jefe de área y Director. Renuncié después de 18 años.
Incursioné en el área comercial para negocios de esparcimiento y diversión. Con mis socios pusimos resto-bares y boliches. En ninguno puse nombres relacionados con el boxeo. Sí con el cine que me gusta mucho. Tuve locales con estos nombres: 'Nueve Reinas', 'Ciudad de Dios' y 'Amores Perros'.
En un momento pude unir mis gustos por la literatura y por el cine, protagonicé el corto 'Torito' basado en el cuento de Julio Cortázar. Interpreté al boxeador en su padecimiento y enfermedad. Estaba postrado en una cama, recordando peleas memorables y solo me asistía una enfermera. El director fue el mendocino Juan Carlos Alcides Araya.
En la actualidad junto a mi esposa tenemos un emprendimiento artístico y de diseño de muebles, llamado Caldenia Art Market, gracias al cual cada día descubro mi gusto por lo creativo y lo manufacturado.
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El boxeo sigue en mi vida. Tengo un gimnasio de boxeo recreativo y estoy pensando en transformarlo, en un futuro, en un centro de box. Es decir, un espacio libre por dos o tres horas para que el que sepa pegarle a una bolsa y no tenga la necesidad de tener un profesor encima, si tiene ganas de entrenar tenga un lugar para ir.
También pienso en los boxeadores que llegan a Mendoza para participar en un festival. Quiero que haya un lugar para moverse por los dos o tres días que les dure el viaje. Que puedan entrenar cómodos, que tengan un vestuario para bañarse y todo lo que necesiten.
Además, pensé en traer cursos como el de Técnico, que vengan gente de la FAB para dictarlos. Sería muy bueno para Mendoza, como también armar una selección mendocina de boxeo. Que la provincia los patrocine, que le paguen el colectivo, la comida, viáticos, que sólo se ocupen de boxear y nada más. Tal vez en este momento acá sea sólo un sueño todo esto, pero yo lo viví y me gustaría hacerlo.
Me gustaría compartir las experiencias y tratar de ayudar a los boxeadores. Que haya una entidad que los represente, que tengan una obra social y que puedan ir a una farmacia a sacar remedios. Se necesita un acompañamiento integral al deportista. Que le digan: 'usted va a estar en la selección, bueno tiene que hacer la secundaria'.
La vida del boxeador es corta y la plata se acaba, si es que la gana, por eso hay que acompañarlo en su carrera y darle herramientas; esto tiene que cambiar algún día, por todos los que decidan vivir el boxeo sin ser profesionales.