Por Avelino Zurro.
La pizzería "El Fortín", en Álvarez Jonte 5299, es uno de los clásicos de la gastronomía porteña. El jueves 31 de mayo, en dicho icono, me reuní con Gerardo Poggi, árbitro profesional de boxeo. El motivo del encuentro era entrevistar a quien fuera elegido el mejor árbitro amateur del mundo por la Asociación Internacional de Boxeo Amateur (AIBA), en 2013. Dentro del arbitraje olímpico, esa distinción era semejante al Balón de Oro que Cristiano Ronaldo recibía de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), por ser el mejor futbolista del planeta durante ese mismo año. Parecería una barbaridad la comparación con el astro de la Juventus, pero Poggi tiene rasgos estéticos y espirituales, además de logros deportivos, que bien le pueden valer una comparación con el crack portugués.
Ente los hitos más importantes de su carrera encontramos las siguientes distinciones: la Unión de Periodistas de Boxeo en la Argentina (UPERBOX) lo premió como el mejor en su rubro en múltiples oportunidades; la AIBA lo distinguió como el mejor árbitro/ juez del mundo en el año 2013; es el árbitro más joven en dirigir en un Juego Olímpico (Londres 2012); fue elegido para dirigir la mítica pelea a puertas cerradas en el estadio de la Federación Argentina de Box (FAB), entre Marcos "El Chino " Maidana y Lucas Matthysse, que dirimió la plaza para competir en el preolímpico de Brasil 2004; fue juez en una pelea donde uno de los boxeadores era, ni más ni menos, que el mejor libra por libra del mundo: el ucraniano Vassyl Lomachenko.
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Pizza, boxeo y cerveza
Nueve y media de la noche, porciones de muzzarella y fugazzeta para ponerle pausa a una charla que venía con diez minutos de ida y vuelta boxística. Comemos mientras conversamos sobre la actualidad del deporte en Argentina. La última pelea de Alberto "Impacto" Melian contra Sergio Martín Sosa es el tema que predomina. Ya con los platos vacíos y la jarra de cerveza por la mitad, Gerardo Poggi se larga con los primeros conceptos.
Arranca con lo más importante para su entender, la función del árbitro: "Manejar las energías de dos personas que están en el máximo de su adrenalina boxística; cuidar que alguno de los dos boxeadores no sufra ningún tipo de problema físico". Habla de su principal herramienta, el reglamento: "Pueden ser muy amplios, se pueden interpretar y de esa manera poder aplicarlos. Si no podés justificar lo que decidís, es injusto. Si no, tendría mi propia justicia. Más conocés el reglamento, más lo podés aplicar".
Poggi llegó al arbitraje porque toda su vida quiso estar involucrado en el deporte. Primero probó con el fútbol y después con el boxeo. Las películas de Rocky fueron determinantes. Imitaba todo lo que sucedía, se subía a la cama de sus viejos y recreaba las secuencias que le gustaban; desde los combates de Balboa contra Apollo Creed y Clubber Lang (Mr. T) hasta lo que pasaba con Mickey, Polly o Adrian fuera del ring.
Entrenó en el mítico gimnasio de Abel Laudonio en la calle Beiró, pero no pasó de la práctica boxística de manera recreativa.
En "El Fortín" las mesas nunca quedan vacías, el movimiento de gente que entra y sale es constante. Nosotros seguimos firmes en nuestra ubicación, al fondo del local. El ruido ambiente es alto. Parejas y grupos disfrutan de una de las mejores pizzas de la ciudad. Y para nosotros, que hablamos de boxeo, el lugar es perfecto.
Gerardo recuerda que su viejo lo llevaba a ver festivales en la FAB. Ahí le llamó la atención la manera en que se criticaba y discutían los fallos arbitrales. Fue premonitorio. Le produjo un click en la cabeza. La cuestión de resolver situaciones aplicando un reglamento se le instaló en su vida. Lo condujo a buscar la posibilidad de estar arriba del cuadrilátero. Ya que no iba a ser boxeador, ser el "tercer hombre en el ring" sonaba atractivo.
A los 17, cuando estaba por terminar el secundario, se acercó a la FAB para averiguar cómo podía ser árbitro. Lo atendió Oscar Seleme, el presidente de la Escuela Argentina de Boxeo: le explicó que no había cursos para aprender la profesión.
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La enseñanza familiar que pavimentó el rumbo de su vida
Volvió a su casa desilusionado, pero no vencido. Cuando terminó el secundario, sus padres le dieron un consejo de vida que lo acompañó hasta hoy y parece ser la clave de todo lo que es: "Elegí hacer lo que te guste, involucrate, esforzate y hacelo a fondo para ser el mejor, siempre disfrutando el camino".
Gerardo se queda pensativo. En la charla tocamos fibras muy íntimas, recuerdos demasiado fuertes. Pedimos más cerveza. En "El Fortín", el mundo sigue girando.
"Termino el secundario y me meto en la Bolsa de Comercio -recuerda Poggi-, empiezo el curso de operador bursátil. También me anoto en el Magisterio, para ser maestro de grado". Sigue sumando actividades y se inscribe en la carrera de árbitro en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), a la espera de que la FAB dictara el curso que tanto buscaba. Todas las semanas pasaba por las oficinas de la Federación en la calle Castro Barros 75. Le quedaba en camino al magisterio que cursaba en Acoyte y Rivadavia. Preguntaba por la fecha en que se abriera el curso: si este año, si el otro... Esa insistencia para averiguar, en parte, se debía al consejo de su madre, que le decía que fuera una y otra vez, que tarde o temprano iba a arrancar.
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Kilómetro cero del arbitraje
Por fin, la FAB lanza el curso de árbitro/juez, y de esta manera Poggi, con 19 años, empieza su carrera. La institución dejaba así atrás una tradición donde boxeadores o personas afines al boxeo, con algunas clases o serie de instrucciones, se ocupaban del arbitraje. Durante algún tiempo se daban algunas charlas, pero una carrera bien organizada, como la que se lanzaba en ese momento, no existía.
Un año después, a los 20, Poggi finalizó el curso. Ya era árbitro/juez amateur de la FAB. En ese momento tenía un referente en la actividad y era Luis Guzmán, de quien destaca sus cualidades técnicas.
Iniciado su camino, visualizó un sueño: arbitrar en un Juego Olímpico, la mayor competencia dentro del boxeo amateur. Se preparó, entrenó y estudió para dirigir en el máximo nivel mundial. A los 23 años, Osvaldo Bisbal, presidente en ese entonces de la FAB, le dijo que había una posibilidad de ser árbitro internacional. Para eso tenía que hacer un curso en Río de Janeiro, Brasil. Además, como las obligaciones en el boxeo crecían, debía dejar la carrera de árbitro de fútbol. El arbitraje en futbol y boxeo resultan incompatibles, ya que comparten los días de trabajo: los fines de semana.
Después del curso en Brasil, no hubo llamado para competencias internacionales. No le importó, siguió entrenando, estudiando y dando todo para el sueño olímpico.
Acá se sostiene la comparación con Cristiano Ronaldo: Poggi no se detuvo, siguió firme, entrenando y esperando, sabiéndose el mejor. Además de sus cualidades deportivas, hizo un culto a su perfil. Arriba y abajo del ring. Sobre todo arriba, donde busca transmitir una imagen de alguien que da lo máximo para llegar a sus objetivos: entrenado, pulcro, impoluto, seguro y lleno de conocimiento.
Poggi hizo girar su vida en torno de su sueño olímpico. Se dedicó al comercio para que la cuestión económica no fuera mella en su preparación. Le fue muy bien gracias a, entre otras cosas, sus conocimientos como operador de bolsa.
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Escuela Argentina de Boxeo a distancia
Oscar Seleme era su compañero de viajes. Juntos, recorrían el país dictando cursos y seminarios en representación de la FAB. A la vuelta de uno de ellos, dictado en Pico Truncado, Santa Cruz, a Gerardo se le ocurrió una idea que resultaría fundacional. Plantea a las autoridades de la Federación que en todos los puntos del país donde dicta cursos hay gente del boxeo que acumula años de conocimiento y trabajo; sin embargo, no están reconocidos, no tienen títulos ni licencias. Propone crear una escuela a distancia.
La idea podría tener el mote de "revolucionaria" para la vida institucional de la FAB. Poggi no es el "Che" Guevara, pero se le ocurrió lo siguiente: a través de internet, se dictarían clases teóricas y prácticas. Estas últimas mediante videos grabados en el gimnasio "José Oriani" de la Federación, que se subirían a You Tube. Así, desde Ushuaia hasta La Quiaca, quienes quisieran podrían hacer los cursos. A partir de la idea de Poggi, sacar licencias de entrenador se transformó en algo sencillo y accesible para todos.
Eso que Poggi vio y nadie se había dado cuenta antes, le valió la invitación a dar una conferencia en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), en el posgrado de marketing y negocios, en 2012.
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La espera olímpica
No todo fue color de rosas. Arrancó muy joven, a los veinte. El promedio de edad de los árbitros en competencias internacionales es de casi cincuenta años. Eso significó perder cuatro "ciclos olímpicos", periodos de cuatro años que suceden entre un Juego y el siguiente. Reglamentariamente, la edad no era un impedimento; pero hay una regla no escrita que refiere a la madurez de los hombres que dirigen. No es lo mismo ser árbitro a los 24 que a los 48. Eso se respetaba como una regla de oro.
En ese entonces Gerardo dirigía muy rígido y reglamentario. Llevándolo a términos futbolísticos, en un partido de fútbol veía catorce penales y los cobraba a todos. Eso representaba un gran problema. ¿Qué hacían las autoridades con los 39 árbitros, dentro de una competencia, que no cobraban esos catorce penales? Con los años, descubrió que el reglamento no es inerte: hay que darle vida.
Pudo haber sido árbitro olímpico a los 24 o a los 28, pero terminó siendo a los 32. Esa edad le alcanzó para ser récord mundial. Al día de la fecha, ningún árbitro de box dirigió tan joven un Juego Olímpico.
Para solidificar su formación, Poggi no se quedaba con lo que le decían cosas lindas o agradables. Buscaba opiniones en personas que veían el boxeo de manera diferente. Eligió cuatro referentes para tenerlos como faro y consultarles sus dudas: Osvaldo Bisbal, Oscar Seleme, "Tito" Zelikowicz y el instructor norteamericano Ray Silvas.
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Londres 2012, el sueño cumplido
Las buenas actuaciones de Poggi hicieron que fuera imposible para AIBA seguir postergándolo por su edad. Los primeros Juegos Olímpicos para la Juventud, en Singapur 2010, fueron su bautismo en las grandes competencias. Singapur dio el puntapié inicial para una continuidad de torneos donde el nivel de Gerardo siempre era motivo de elogio por parte de las autoridades del boxeo amateur. Así llegó, a fuerza de un destacado rendimiento, su designación para los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Sin embargo, faltando un mes, sufrió un vacío existencial muy grande. "El que no cumplió su sueño no vivió ese vacío", remarca Poggi. Se le manifestaba con mareos y malestar físico. Se levantaba de la cama y le giraba todo. Hizo los chequeos médicos correspondientes y no le encontraron nada. Gerardo lo atribuye a que había llegado a su meta. Ya con la designación, su sueño se encontraba realizado.
Durante Londres 2012, cumplió una actuación sobresaliente y quedó contratado, junto a seis árbitros más, para intervenir en todas las competencias tuteladas por AIBA.
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Mismo premio que Cristiano Ronaldo
Al año siguiente, durante el Mundial de Almaty, en Kazajistán, lo llamaron desde Suiza para informarle que le iban a otorgar el premio al mejor árbitro/juez del mundo. La evaluación se confeccionó a través de evaluadores que durante distintas competencias le ponían puntuación a los cuarenta árbitros participantes. Y para ese año 2013, Poggi siempre estuvo entre los cinco mejores de cada torneo.
La noticia lo tomó por sorpresa, pero íntimamente era algo que esperaba. Siempre confió en sus conocimientos, en su preparación y la forma en que tomaba el arbitraje, haciendo que su mundo girara en torno al boxeo. Gerardo reflejó toda esa vida en su piel, con diferentes tatuajes. Tiene uno de la FAB, uno de AIBA y otro de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
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Árbitro profesional: los primeros pasos, igual que todos
El camino del boxeo olímpico finalizó el 1 de enero de 2017, cuando AIBA decidió no renovarles los contratos a sus siete árbitros "cinco estrellas". Ya habían transcurrido Rio de Janeiro 2016, distintas competencias y cursos por todo el mundo. Se acabó la vida del árbitro olímpico, arriba de aviones y viviendo en hoteles; participando en los eventos de AIBA y APB (boxeo profesional de AIBA) por los rincones del mundo. Terminó la etapa AIBA y quedó desmotivado. El sueño de su vida se había cumplido.
Pensó en tomarse un tiempo para descansar, pero recapacitó creyendo que lo mejor era seguir con el arbitraje. Así, se transformó en árbitro profesional de la FAB.
La carrera en el boxeo profesional la lleva de a poco, cumpliendo con cada uno de los pasos que requiere la Federación. Arrancó desde cero y disfruta el camino de las veladas que le asignan. Todavía no forma parte del conjunto de árbitros que se denominan "fondistas". Para ser parte del grupo de los que dirigen las peleas más importantes, debe cumplir con las etapas previas en distintos tipos de festivales. El árbitro estrella del boxeo olímpico le da paso al árbitro profesional, que tiene que subir sus primeros peldaños, como todos sus compañeros.
Pedimos la cuenta, nos despedimos y organizamos ir juntos a un festival. El objetivo era comprobar que, en su etapa como profesional, sube escalón por escalón y cumple con una de sus máximas en la vida: prepararse para ser el mejor, disfrutando el camino.
Boxeo profesional en Juventud Unida de Pilar
Sábado 9 de junio, festival boxístico en el club Juventud Unida de Pilar, en ruta 25 y San Martín. Se llevarían a cabo cuatro exhibiciones, siete peleas amateurs y dos profesionales. Los combates de fondo serían arbitrados por Poggi y el horario de inicio de la velada era a las 21. Teniendo en cuenta las exhibiciones y peleas amateurs, calculé que llegaríamos cerca de las 23. Sorpresa: a las 20.30 estábamos en la puerta del club. Me asombró; creí que Poggi llegaría más tarde, en su condición de árbitro profesional de las últimas dos peleas. Pero no fue así, llegamos cuando no había arrancado el festival. Gerardo saludó al organizador y a las autoridades de la FAB que actuarían, tanto en las peleas amateurs como profesionales.
Minutos antes de la primera exhibición se cruzó con Ricardo "El Kojak" Silva, ex campeón argentino y ahora director técnico de varios de los púgiles que combatirían esa noche. Se saludaron afectuosamente y se sacaron una selfie, recordaron viejas anécdotas y cada uno siguió para su lado.
El festival fue muy colorido, con musicalización entre round y round y al finalizar cada pelea. El lugar estaba lleno. Familias enteras, barras de amigos y grupos de chicas que siguen a determinado boxeador. Había un servicio de cantina que ofrecía choripanes de primera calidad. Los combates fueron vibrantes y entretenidos.
A medida que pasaron las horas, empecé a creer firmemente en las palabras que Poggi soltaba en El Fortín, donde decía que disfrutaba del camino que estaba recorriendo, escalón por escalón. Y dio cuenta de todo lo dicho: llegó al festival antes de que se iniciara y estuvo atento a sus compañeros de la FAB en los detalles que hacen al normal desarrollo de un festival, durante las cuatro exhibiciones y las siete peleas amateurs.
Durante el desarrollo de la última, que contaba como atractivo ver en acción a Isaías Garay, hijo de Hugo "Pigu" Garay, ex campeón del mundo, Gerardo Poggi fue al gimnasio del club para cambiarse. Dejó su bolso sobre una silla y se empezó a preparar entre boxeadores, chicas que practicaban para pasar los carteles indicadores de los rounds, curiosos y organizadores. Con la ropa reglamentaria, encaró hacia el ring para cumplir con su tarea. Dejó su bolsa debajo de la mesa de control de las autoridades.
En ese instante le comunicaron que solo habría una pelea profesional, ya que la otra que había sido programada se había suspendido por el accidente de uno de los púgiles. Segundos antes de subir al ring, se lo notaba sereno, dispuesto a disfrutar de lo que vendría.
Y por fin subió. Como indica el reglamento, antes que los boxeadores. Revisó las cuerdas y esperó la entrada de ellos. Una vez que subieron y fueron presentados, les dio las indicaciones de rigor y el campanazo inicial permitió el inicio de la faena de Poggi.
El primer round tuvo un primer minuto de estudio para después dar paso a intercambio de golpes de uno y otro contendiente. Carlos Torres, con un boxeo más técnico y cerebral, respondía a los intensos embates de Elías Haedo. Finalizado el primer round y con los boxeadores en sus esquinas, Gerardo se quedó parado observando la situación de los dos rincones. Reflejaba la imagen de quien es bueno en lo suyo. Inspiraba seguridad y conocimiento. Listo para que la campana de la señal del inicio del segundo round, era la imagen de Cristiano Ronaldo segundos antes de patear un tiro libre. Convicción de ser el más indicado para lo que hace.
Fueron tan solo dos rounds, ya que Haedo noqueó de manera categórica a Torres, dejando con las ganas de que la pelea se desarrollara en todos sus rounds para ver el manejo del ring de Gerardo. Así la noche terminó, pero con lo visto fue suficiente. Casi seis minutos de actuación donde lució sobrio, firme en las indicaciones y muy atento en la definición contundente de Haedo.
Dos imágenes pintan de cuerpo entero a quien fuera árbitro cinco estrellas de AIBA: la primera, acercándose a Pachorra Moreno, entrenador del noqueado, Carlos Torres, para saber cómo se encontraba de salud su pupilo después de recibir un duro knock out; y la otra, quedándose a tomar una cerveza después de finalizado todo, cuando ya el ring estaba prácticamente desarmado, bajando la adrenalina por lo actuado y repasando todas las anécdotas de la jornada vivida. Disfrutando el camino.