Por Avelino Zurro.
En la revista El Gráfico del 29 de junio de 1951 el periodista Félix Daniel Frascara publicó un artículo donde examinaba el estilo boxístico de los campeones del mundo norteamericanos Sandy Saddler y Archie Moore.
Ambos boxeadores vinieron a la Argentina para medirse con nuestros mejores exponentes en la categoría pluma y medio pesado.
Transcribimos de la primera a la última palabra de la nota para que se aprecie la calidad del periodista que firmaba las notas como 'Contragolpe'.
En este deporte se puede aprender de entrenadores y boxeadores, pero también de algunos periodistas, Frascara es uno de esos casos
LA NOTA COMPLETA
'El espectador común puede conformarse con el deleite que le proporcione la acción de un campeón en el ring. No tiene por qué profundizar ni por qué hacer deducciones. No ocurre lo mismo con quienes ponen algún interés profesional en el asunto.
Siempre que llegan fotografías de Estados Unidos en las que aparecen boxeando los campeones del mundo, o cualquiera de esas grandes figuras del ring (que lo son, aunque no luzcan títulos), nos detenemos observando la lección de técnica que puede extraerse de esas actitudes, del movimiento de los cuerpos, de la posición de los brazos y de la cabeza.
Es probable que haya mucho de instintivo en la perfección de los golpes. Y mucho de la naturaleza en el efecto que producen. Pero no cabe duda de que a todo lo instintivo y lo natural se agrega lo adquirido, lo aprendido en la escuela del boxeo, es decir en un trabajo intenso y metódico de gimnasio. Volvemos, luego de ver a Saddler y Moore, al principio elemental de que para ser un valor en el ring no basta con haber nacido fuerte ni con tener temperamento para tomarse a golpes con quien sea.
Hay que aprender a boxear, como tiene que aprender a escribir quien sienta vocación por la literatura…Después de haber visto a Saddler con Prada y a Moore con Cestac, matches en los cuales ambos púgiles norteamericanos mostraron su eficacia contundente, nos restaba ver quizá lo más importante: ese gancho de izquierda con el que Saddler puso knock out a Flores. Lo hemos descripto en el comentario de la pelea. Sin embargo, quisiéramos añadir que ese y otros golpes aplicados por los dos boxeadores visitantes nos han permitido advertir algo extraordinario, poco menos que desconocido para nosotros: la precisión 'anatómica' con que tocan en los puntos vulnerables, en órganos vitales. De ahí, pues, la razón del título que hemos dado a esta nota. Pegan como médicos. Dan en el lugar exacto. El hígado, el plexo, la mandíbula. Y no lo hacen buscando premeditadamente el destino del golpe. Esperan que llegue la oportunidad, siguiendo el axioma del que el knock out viene solo y no hay que ir a buscarlo. Merentino frente a Mario Díaz fue en busca del knock out y perdió la pelea porque no encontró el golpe que necesitaba.
Bien se ve que estos campeones saben adónde pegan porque lo hacen sin siquiera mirar al adversario, pero tampoco necesitan esperar el efecto que ha de causar el impacto. Cuando Saddler colocó ese terrible gancho de izquierda al hígado de Flores se apartó en seguida, seguro de que el rival iba a caer ahí mismo. Había dado en el punto justo.
Naturalmente, estos boxeadores no han estudiado medicina. Sería pedir demasiado. Lo que hacen es aprovechar la experiencia y emplear en la práctica todo lo que han asimilado en el gimnasio y en los rings.
¿Podremos llegar nosotros a lo mismo? Claro que sí. Todo consiste en desarrollar la conciencia profesional en el boxeador. Estos pugilistas norteamericanos no son 'superhombres'. Y bien sabemos que sí aquí somos ricos en algo es en material humano. Lo demuestran palmariamente las actuaciones de los boxeadores argentinos en los campeonatos internacionales de aficionados. Podemos llegar a eso, sí.
Un país que ha producido boxeadores de la talla de Raúl Rodríguez, Raúl Landini, Kid Cachetada o Julio Mocoroa, peleadores como Justo Suárez, Francisco Magnelli, Amelio Piceda Mario Díaz y pegadores como Luis Ángel Firpo, Jorge Azar o Alfonso Senatore, ¿por qué no puede aspirar a un porvenir, puesto que ha tenido tan brillante pasado?
Una figura descollante del pugilismo nacional (que está entre los citados), cuyo nombre no repetimos porque sus palabras pueden sonar a petulantes, nos dijo hace unos días, después de ver a Saddler y Moore:
-A mi no tienen nada que enseñarme.
Le creemos. Pero también es verdad que él, ese compatriota nuestro, ha sido una excepción, por su concepto del boxeo y por su ejemplar vida privada, propia de un profesional consciente.
Otro importante aspecto es necesario aclarar. Desde hace varios años ha ido tomando cuerpo entre nosotros la sensación de que en Estados Unidos ya no se boxeaba y que la nueva 'escuela' consistía en el empleo de la potencia sin técnica. 'Se acabaron los boxeadores; ahora son todos cachiporreros'. Nunca nos dejamos convencer por esa teoría.
La negaban las mismas fotos que veíamos y a las que ya hicimos referencia. Ahora, Saddler y Moore nos han convencido, nos han demostrado a todos que el boxeo no ha desaparecido. Porque lo que surge a primera vista es que tanto el medio pesado como el pluma son dos excelentes boxeadores, dos hombres que lo saben todo en materia de técnica pugilística. Lo que ocurre, pues, es que al boxeador de línea clásica lo han hecho evolucionar, sí, o lo han completado, agregándole la cachiporra, pero sin reducir en nada su caudal técnico.
Muy difícil ha de ser que hoy llegue a campeón un hombre que no tenga pegada, pero más difícil será que llegue uno que nada sepa de boxeo.
Los profesores, los entrenadores, han recibido entre nosotros el frecuento castigo de la crítica. 'No hay boxeadores porque no hay profesores. ¡Oh, aquellos tiempos de…'! Y aquí salían a relucir nombres de viejos maestros. Sin negar por completo la parte de razón que hay en esto, diremos que también han cambiado los boxeadores y que la mayoría de los muchachos de hoy quieren ir demasiado aprisa, hacerse ricos enseguida y llevar una vida fácil.
Al manager que acompaña a Saddler y Moore, es decir a Mr. Charles Johnston, se le preguntó las otras noches qué impresión tenía sobre un profesional argentino que ocupa ya uno de los primeros planos en la actividad local. Y el viejo maestro del ring, que lleva casi cuarenta años viendo a los mejores boxeadores del mundo, respondió sencillamente así:
-Si trabaja bien, dentro de tres años puede ser bueno.
Muchos de nuestros cracks (hay excepciones honrosas) se escandalizarán al enterarse de esto. ¡Tres años!¡Pero si bastan tres meses para que un 'tipo' barra con todos! Y después, llegados a lo más alto, qué fácil les resulta a algunos de nuestros cracks olvidarse del footing y del gimnasio, del reposo y de la vida sobria. Con tal criterio, nunca llegarán a 'pegar como médicos''.